Migración, fútbol y multiculturalidad en Europa

La Copa Mundial de Fútbol (Rusia 2018), ha dado mucho que hablar y no precisamente en términos futbolísticos. Se habló, y se sigue hablando, de la diversidad multicultural de los jugadores en los equipos europeos de fútbol y de la contradicción de nacer en un país y representar a otro. Argumento, que en el ambiente del balompié no debería llamar la atención, ya que el fútbol es el negocio deportivo que más millones mueve en compraventa de jugadores a nivel internacional. Tanto, que algunos se atreven a decir que el dinero pagado - o invertido – por la compra de un solo jugador alcanzaría para reconstruir Mosul, la ciudad devastada por la guerra en Siria. 

Por otro lado, estamos hablando de Europa, un espacio global dónde coexisten diferentes culturas, personas y religiones, de todo el mundo y en la que la multiculturalidad está presente en cada ciudad cosmopolita que lo integra. Solo en la Unión Europea (UE), según datos de Eurostat (Oficina Europea de Estadística) 2016, hay 35 millones de personas viviendo en algún Estado miembro, que no ha nacido dentro de los 28 países integrantes. 

Pero esta, no ha sido la “discusión futbolística”, si se puede llamar de esa manera, sino el origen de los jugadores de fútbol de las selecciones europeas. Según datos de la FIFA (Federación Internacional de Fútbol Asociación), de los 736 futbolistas que integraron las 32 selecciones de fútbol participantes en el Mundial, 82 no nacieron en el país que representaron. Dicho en otras palabras, el país de nacimiento del futbolista, es diferente al de la selección de fútbol a la que representó. Por mencionar alguna, hablaremos de la selección francesa, que obtuvo el primer lugar en el Mundial de Rusia 2018 y en la que 16 de sus 23 jugadores tiene a uno, o ambos padres nacido fuera de Francia. 

El aporte de la inmigración está presente en el fútbol, como en tantos sectores de la sociedad francesa y esto no debería ser un dato anecdótico, ya que es altamente positiva la contribución que en diferentes aspectos, hacen las personas migrantes a la sociedad de acogida. Argelia, Angola, Guinea, Mali, Marruecos, Senegal o Togo, es la tierra de origen de padres o abuelos, de los jugadores franceses que disputaron el mundial en la selección de Francia. Los jugadores, todos ellos, son franceses. Y esto tendría que quedar claro, y ser resaltado, en personas que han vivido desde prácticamente su nacimiento siendo tildados de no ser “auténticamente franceses”. Han vivido y padecido, la discriminación silenciosa de no sentirse totalmente integrados en la sociedad francesa por el origen de sus progenitores. Lo mismo sucede en otros países de Europa, o en la misma España, dónde las personas de origen marroquí siguen siendo tachadas de “moros” aún en segunda o tercera generación. La migración que proviene de África y llega a Europa, no lo tiene fácil. Es difícil llegar a ser una estrella del fútbol, tanto como lo es, ser inmigrante africano en Europa. 

Pero hoy no estamos hablando de inmigración. Hoy estamos hablando de fútbol, estamos hablando del Mundial, del evento principal del Fútbol, dónde se mueven deportistas a nivel internacional. Sin embargo, se relaciona la inmigración en Europa - en este caso de forma positiva - con el triunfo de Francia, la selección ganadora, olvidando en el discurso, que estos jugadores son franceses y que el origen de sus padres no quita peso a su identidad. Nacidos en Francia o nacionalizados en el país, tienen los mismos derechos a festejar el triunfo y sentirse plenos por el esfuerzo realizado. Son franceses, al igual que tantos otros franceses hijos o hijas de inmigrantes africanos, que viven, trabajan, estudian y luchan cada día en suelo europeo.

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